jueves, 5 de junio de 2008

El mil veces muerto


Finalmente es cierto. Manuel Marulanda Vélez el guerrillero más viejo y famoso del mundo, murió en compañía de los suyos sin que el más vasto operativo antiguerrilla en la historia de América Latina haya podido dar jamás con su paradero. En sesenta años de lucha no le falló nunca su intuición de guerrero, ni su cordón de seguridad para sobrevivir a la guerra en medio de atentados, bombardeos y emboscadas, pero como a cualquier mortal le falló su corazón. Ese corazón endurecido por la guerra que no le dejó temblar la mano cuando dio ordenes implacables que pusieron al país de cabeza y que costaron miles de vidas de todas las clases y condiciones sociales.

Antes del 26 de marzo lo habían matado más de un centenar de veces, o más de 1200 según una cuenta personal que él mismo llevaba en la década del noventa, pero sobrevivió tranquilamente a todos los operativos, a todas las emboscadas, a 17 presidentes y a un retrato de Botero, fortaleciendo esa aura de invencibilidad que se llevó a la tumba. Porque podía ser invencible, pero era tan mortal como cualquiera.

La inteligencia militar presumía de tenerlo localizado desde el año 64 cuando bombardearon Marquetalia en la primera de una serie de incursiones mal planeadas y peor ejecutadas contra sus campamentos. Lo tuvieron siempre rodeado e infiltrado según se desprende de cualquier entrevista que cualquier ministro de defensa haya dado sobre él en los casi cincuenta años de existencia de las FARC. Sin embargo se demoró dos meses el ministro Santos en darle a su familia la chiva de su muerte. Así de infiltrado y rodeado lo tuvieron siempre.

El gobierno está muy orgulloso de ese fallecimiento y lo celebra como un parte de victoria pues según el consejero presidencial José Obdulio Gaviria, siempre tan brillante y oportuno, con la muerte de Marulanda “se está cumpliendo con el cronograma para lograr una Colombia sin guerrilla”. Claro que a ese paso nos va a tocar reelegir muchas veces a Uribe para que Timochenko y Cano y los demás comandantes se terminen de morir de viejos.

Según las palabras televisadas de Timochenko es también una victoria para las FARC que Marulanda allá muerto “invicto” al lado de su compañera y rodeado de sus hombres.

Esos reclamos de victoria sobre el cadáver de Marulanda son los mismos de los republicanos cuando murió Franco o de los gringos ante el retiro de Fidel o de los chilenos en el exilio cuando murió en su casa el general Pinochet. Es la única victoria que le queda a los derrotados y a los pendejos, la victoria de la esperanza y la paciencia.

Tendríamos más bien que preguntarnos por qué no hemos podido solucionar más de medio siglo de luchas fratricidas. Porqué el gobierno nunca respetó los acuerdos con las guerrillas campesinas en los cincuenta, ni con las FARC en los ochenta impidiendo en ese entonces una salida negociada al conflicto y por qué tampoco ha podido derrotarlos en medio siglo de lucha frontal. De igual manera debemos preguntarnos por qué con todos los problemas sociales que tenemos y con las toneladas de dinero de la mafia que han recibido las FARC no se han convertido nunca en una opción real de poder. Por qué no han logrado descifrar el entramado social colombiano.
Lo único claro es que un guerrillero que se muera de viejo no puede ser orgullo para nadie, ni para su organización que en cincuenta años de lucha no ha llegado al poder, ni para un ejército que jamás pudo derrotarlo.

Darío Ortiz
El Nuevo Día, miércoles 28 de mayo 2008.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Muy buen artículo, excelentemente escrito y con la sempiterna sagacidad del autor.