martes, 30 de junio de 2009

¿Golpe de Estado?

A la madrugada del pasado domingo 28 de junio el ejército hondureño depuso al presidente Manuel Zelaya y tomó las medidas de fuerza necesarias para evitar un alzamiento popular contra la controvertida decisión. Horas más tarde la prensa mundial calificaba el hecho como un infame golpe de estado.

Los militares que supuestamente dieron el golpe no se tomaron el poder, simplemente se limitaron a llevar sano y salvo al mandatario a Costa Rica y a esperar que el Congreso de la República en uso de sus facultades nombrara un nuevo presidente interino mientras se convocan elecciones extraordinarias. Todo esto al parecer en cumplimiento de una orden de la Corte Suprema de Justicia que había declarado ilegales algunos actos del presidente Zelaya y ante la incapacidad de la fiscalía de ejecutar dicha orden.

El presidente Manuel Zelaya, exitoso empresario maderero y caballista, siendo parte de la oligarquía local fue elegido por el derechista Partido Liberal pero una vez en el poder sorprendiendo a sus partidarios estrechó relaciones con Hugo Chávez, viró su discurso y proceder hacia la izquierda y comenzó a hablar de revolución pacifica y de cambios constitucionales reeleccionistas sin tener mayor eco en el congreso ni en las toldas de su partido. El último de sus fallidos intentos por cambiar la constitución para poder reelegirse lo hizo el pasado sábado al convocar por decreto una consulta popular que aprobara la formación de una Asamblea Constituyente.

Dicha iniciativa según el presidente de la Corte Suprema de Justicia “desobedece el fallo judicial de la sala de lo Constitucional, así como del Congreso Nacional, y el Ministerio Público.” Por eso el poder Judicial considera “que las Fuerzas Armadas como defensores de la Constitución han actuado en defensa del Estado de Derecho obligando a cumplir las disposiciones legales a quienes han actuado en contra de las disposiciones de la Carta Magna” tratando con ello de “ devolver al Estado de Honduras al Imperio de la Ley”.

Los acontecimientos de Honduras nos llevan a preguntarnos hasta dónde deberíamos dejar a un presidente cambiar la constitución de su país para sus beneficios personales o los de su partido ante la casi decena de presidentes latinoamericanos que han reformado las cartas magnas de sus países en aras de eternizarse en el poder o de enriquecer a sus familias y amigos cercanos.

América latina está construyendo sus nuevas democracias a punta de encuestas de opinión y de índices de popularidad permitiendo laxamente que principios popularmente aceptados y teóricamente correctos sean cambiados al vaivén de las necesidades personales de un cierto grupo de tiranos que se creen indispensables. Nadie parecía preguntarse en América latina que era lo legítimamente correcto ni hasta donde llegaba el espíritu de sus leyes forjadas duramente en los casi doscientos años de independencia que tienen las naciones de éste continente, hasta que ese pequeño y cálido país centroamericano ha decidido de manera ejemplar poner fin a ese pobre circo de monarcas democráticos.

Por supuesto no sorprende ver a Chávez, Morales, Correa, Uribe, Lula da Silva, Ortega y demás reelegidos rasgarse las vestiduras por la audaz decisión del ejército hondureño de deponer al presidente Manuel Zelaya protegiendo su constitución y siguiendo órdenes de la Corte Suprema de Justicia.

Darío Ortiz
El Nuevo Día, miércoles 1 de julio 2009

martes, 23 de junio de 2009

William Ospina: conquistador de América

América latina fue descubierta hace cincuenta años. Fue descubierta entre los anaqueles y las estanterías de una librería en Barcelona donde vendían ediciones de bolsillo. Fue descubierta por un grupo de temerarios que emprendieron sin saberlo un viaje a lo desconocido y se toparon con un continente perdido. La noticia rápidamente se extendió por todo el orbe y se tradujo velozmente en otras lenguas que hicieron eco del hallazgo.

Los navegantes usaron mapas imperfectos. Un pedazo de Centro y Suramérica, lleno de metáforas y de licencias poéticas, había sido esbozado por Rubén Darío, José Asunción Silva, y por otros navegantes solitarios hace más de un siglo. En medio de los océanos y de las calles de Barcelona, donde naufragaban de vez en cuando, leían malas traducciones de libros en inglés escritos en un país que ya tenía cincuenta estados y había ganado algunas guerras. Todos montaban carabelas dibujadas por otros navegantes.

Dicen que las naves eran de Seix Barral y estaban comandadas todas ellas por una almirante de nombre Carmen Balcells quien rápidamente entre sus capitanes dividió la nueva tierra dándoles el título de adelantados: a un tal Vargas Llosa le asignó el virreinato del Perú; a Cabrera Infante Cuba; a Carlos Fuentes todo el país de los Aztecas; a García Márquez la costa atlántica, que va del mar hasta donde se da el banano en la cordillera; y el sur, el sorprendente sur, se lo dejó a Donoso y a Cortazar.

Descubriendo a América latina desde París y Barcelona le enseñaron a España como escribir en castellano.

Después, o talvez antes, tres docenas de países, un puñado de generales, cincuenta tiranos y algunos piratas hicieron de América un tablero de parchís dividido entre rojos, azules, amarillos y verdes teorizando sobre mitos fundacionales, creando negocios ilícitos y escribiendo aburridos guiones de películas que afortunadamente nunca se han filmado.

Pero la recién descubierta América necesitaba que también la conquistaran más allá de los burdeles peruanos o de la zona bananera y entonces llegó Usúa a recorrer la cordillera inhóspita y Cristóbal Aguilar a narrar los viajes por la amazonía con su hambre ancestral buscando el país de la canela. América latina, y sobre todo Colombia, ansiaban de alguien que intentara comprenderlas en su inocente complejidad conquistándolas desde adentro y entonces llegó William Ospina.

Sin boom latinoamericano ni carabelas de Balcells, William caminó por tierra firme, y no desde París o Barcelona sino desde las montañas del Tolima y la sabana Bogotana; y no de la mano de los narradores anglosajones, sino a través de los ojos clarividentes de un ciego llamado Borges, en una América mestiza donde moran los desconocidos habitantes de la franja amarilla que también llevan en su sangre la sangre del África negra que perdió a Rimbaud.

Contrario a lo que se podía creer la América latina, descubierta hace cincuenta años, no busca virreyes nombrados desde España. América busca la memoria de sus pueblos derretidos en el sudor del trópico, en la humedad de sus selvas, en las aguas de mil ríos que riegan llanos y pampas desde los Andes y en el callejón del olvido. América con sus lenguas ancestrales que le han enseñado español a España, con sus aventureros y su exótica fauna de hombres mitológicos, necesita conquistarse así misma al despertar de la amnesia que le impide reconocerse unida y única en su infinita diversidad.

América latina fue descubierta hace cincuenta años desde París y Barcelona y ahora hombres como William Ospina la conquistan, palmo a palmo, desde los pasillos olvidados de la historia, nuestra historia, aquella que nos permitirá un día ver de su mano el país del futuro.

Darío Ortiz

sábado, 6 de junio de 2009

Yo soy Enrique Saldaña



Los antiguos dioses de la tierra tolimense, dominados a punta de la espada y el misal, terminaron refugiados en la memoria ancestral de los hombres, en la palabra inmaterial de tradiciones orales, en el susurro del viento, en el chasquear del agua, en el recodo del camino incierto y en la oscuridad de la noche campesina. Tan palpables como el calor de nuestro llano ardiente reviven en cada fiesta popular sin necesidad de sacrificios ni rituales.

Sus rostros sintéticos quedaron en la piedra y en el oro de nuestros ancestros tomando forma humana cada vez que el pintor, el dibujante, el escultor o el alfarero los descubren en el rostro de una mujer, en el cuerpo de una amada, en la dura piel de un hombre tostado al sol o en la barba hirsuta de algún bohemio.

Siendo parte de nuestro patrimonio como raza y cultura, -pobladores de esta tierra sagrada-, podemos preguntarnos: ¿los mensajes de estos dioses mitológicos podrían aportarle algo al hombre de hoy como los mitos griegos hicieron con el psicoanálisis?, ó más aún, ¿ pueden actualizarse en la medida de nuestras necesidades y temores?

Tal vez esas son las preguntas que encierran las obras de artistas como Enrique Saldaña que los han convertido en habituales habitantes de sus talleres y de sus obras. Talvez las esculturas recientes de Saldaña respondan con creces a esas preguntas: dándole nuevas formas a los viejos mitos.

Pero más allá de la imaginería evolucionada, hacia lo abstracto y sintético de un escultor que caminó también por el realismo descriptivo, la nueva obra corresponde a un arduo trabajo de algo más de dos años en los que el escultor puso en juego toda la experiencia obtenida por casi tres décadas de experimentación y aprendizaje -que él mismo se financió mientras elaboraba las obras que le encargaban las alcaldías, las iglesias y las gobernaciones gracias a su talento nato para la forma-.

Ya de por sí este artista ibaguereño tiene el bagaje de haber sido el escultor monumental más prolijo en la historia de nuestra región colocando bustos, estatuas y monumentos a lo largo y ancho de nuestra geografía donde próceres y prohombres fueron erigidos al lado de santos religiosos, caciques guerreros y hermosas mujeres mitológicas.

Sin ningún tipo de conocimiento previo sobre manejo y combinación de metales Enrique muchos años atrás había creado un taller de fundición donde consiguió dominar las aleaciones de bronce y la técnica de la cera perdida, así como la talla en piedra, con una pericia técnica comparable a los talleres centenarios de otros continentes. Y es en ese laboratorio, -nombre que en Italia se le da a los talleres de escultura-; Saldaña procesó y creó los materiales necesarios para expresar sus formas nuevas llenas de curvas suaves, movimientos circulares y finas síntesis de la figura; vaciados de resinas y concretos, morteros de cuarcita, figuraciones de acero y forja, hierro soldado, mármol tallado al lado de las terracotas y de sus ya conocidos bronces a la cera perdida.

Sus obras, sus propias obras, durante años no pasaron de ser muchas veces pequeñas piezas que el artista enviaba a exposiciones y concursos mientras que lo mejor de sus esfuerzos se iba en la creación de los grandes monumentos que le encargaban, pero algo navegaba en su espíritu que no había tenido oportunidad de aflorar hasta que planteó la veintena de trabajos que ahora tenemos ante nuestros ojos. Hasta que se propuso el reto de crear una escultura que hablara un lenguaje más universal y contemporáneo. Hasta que tomó la decisión de que toda su fuerza creadora comenzara a fluir a través de su talento para encontrar una forma que le fuera única.

El camino ha sido largo pero el resultado fructífero. Con el paso del tiempo y el esfuerzo constante y denodado Enrique Saldaña, pasó de joven soñador a acuciante emprendedor, de modelador de barro a experto fundidor y de artífice aprendiz a maestro escultor. Ahora en plena madurez y desarrollo de su talento de experimentado escultor, con dominio de todos los materiales, pretende devenir en arte toda su obra y ganarse con ello el respeto que todo artista merece.

Creo que la ruta nueva que está tomando Saldaña es la más complicada y difícil, la que exige más de su espíritu y el esfuerzo pleno de lo mejor de su facultades. Pero frente a las obras, que he visto crecer y madurar, estoy seguro que como en todos los retos anteriores también en éste saldrá airoso y aunque en su obra pasada y en la actual siempre han estado presentes esos mitos inmortales del Tolima, -que han habitado bajo el cobertizo de su taller-, creo que en su nueva producción no son más que una excusa para dar lo mejor de si mismo.

En ésta nueva etapa sus obras además de hablarnos del pasado mitológico nos crean vasos comunicantes con artistas de otras latitudes y más cercanos en el tiempo, podemos entrever en ellas un dialogo con obras de Miró, Dalí o de Chillida, con las bañistas que en los años treinta pintara Picasso o con sus esculturas de los años veinte y cuarenta.

Por eso los dioses y las leyendas, las abstracciones surgidas de la tierra que ama que todavía hacen parte del tema de sus esculturas, me aventuro a sugerir que no son sino una coartada para decir abiertamente “Yo soy Enrique Saldaña y ésta es mi obra”.

Darío Ortiz

El Mundo era una fiesta


Hace un par de meses escuché atónito como un magnate resumía la situación actual de la economía con la frase: “simplemente se acabó la fiesta”. -¿Fiesta? ¿Cuál fiesta? - Me pregunté inmediatamente y al verificar luego datos y cifras estadísticas, mientras la tierra entera se enfrenta como puede a una enorme crisis financiera, me entero que el mundo era una fiesta. Una fiesta donde la economía crecía y crecía, la producción industrial aumentaba y con ellas las exportaciones y las importaciones; el desempleo bajaba, como algunos índices de pobreza y el dinero se contaba por montones.

Incapaces como hemos sido de ver más allá de nuestras propias narices y de nuestras sencillas luchas diarias todavía aquí en Colombia algunos creían que nuestros pequeños triunfos económicos se lograban por el trabajo incansable de un sólo hombre al que por eso mismo no podíamos permitir que bajara de su olimpo. No recuerdo haber leído sobre las repercusiones en Colombia de esa bonanza mundial, en cambió las alabanzas al caudillo por sus políticas económicas se contaban por millares.

Al analizar cuadros y estadísticas que no son ni de ONGs de izquierdas o derechas sino de empresas serias de maniáticos contadores de números, nos damos cuenta que el mundo era una fiesta de cuya torta de dinero nos debía tocar alguna tajada.

Como la mayoría de los países Colombia creció casi en todo del 2000 hasta el 2008. El producto interno bruto PIB subió en promedio 3% al año durante ese periodo con una tasa de crecimiento industrial en promedio de 3,8%, exportando más del doble que al comenzar el milenio y casi ponemos al desempleo en un dígito.

Cifras asombrosas y muy aplaudibles si no nos cuentan que por ejemplo muchos de los países que al comenzar el periodo tenían el desempleo en dos dígitos como nosotros lo dejaron en uno o que un aumento de la producción industrial de más del 3% fue casi la media para los países en vías de desarrollo como Chile que inclusive triplicó sus exportaciones logrando un PIB promedio de casi cuatro por ciento.

Pero claro, “el milagro chileno” dirán algunos lectores a los que seguramente se les escapa que el nada milagroso Ecuador, pese a haber tenido 8 presidentes en ese periodo de tiempo, también triplicó sus exportaciones, bajó un 20% la deuda pública y tuvo un crecimiento industrial promedio de 4.3%

Casi al azar puedo coger las cifras de Vietnam al que recordamos destruido a punta de guerras civiles y napalm no hace muchos años y ver que nuestro PIB creció la mitad que éste lejano país que tuvo una tasa de crecimiento industrial del 13%, que bajó veinte puntos el desempleo y que disminuyó la pobreza a la tercera parte. Parece que a este si lo invitaron a la fiesta uno de cuyos anfitriones fue seguramente China cuyas cifras no vale la pena ni comparar.

Ese índice que indica el porcentaje de gente que vive bajo el nivel de pobreza y que aquí, pese a botar funcionarios honestos y cambiar la forma de medirlo, difícilmente baja del 50%, logrando que estemos entre los treinta países con mayor porcentaje en el mundo, Venezuela lo disminuyó del 67 al 37%, Ecuador del 50 al 38%, Perú lo bajó 10 puntos y Chile lo dejó en 18%.

Si bien nuestro crecimiento económico se debe más a que el mundo era una fiesta donde el dinero abundaba que a las virtudes de algún iluminado, está muy claro que, con 4000 kilómetros menos de carreteras que hace una década y con ese inamovible índice de pobreza pese a tener 30% más de PIB que en el 2000, de esa tajada que nos correspondía a todos a la mayoría no le han dejado probar ni las migajas; seguramente por el trabajo hábil de algún iluminado.

Darío Ortiz
2 junio 2009

Competitividad y atraso digital

En los primeros meses del año han habido cierto número de encuentros y reuniones como el Séptimo encuentro de Tolimenses que terminó hace pocos días donde se discuten nuestros problemas regionales. Como siempre las conclusiones nos hablan de competitividad por medio de ciencia y grandes negocios y del necesario matrimonio entre la empresa privada, la academia y el estado.

Aunque no asistí a ninguna de esas optimistas reuniones, en las que no fui invitado seguramente por mis posiciones críticas frente a los satisfechos de oficio, me voy a permitir hablar de la industria Gráfica y Editorial, pilar fundamental de la competitividad en el mundo actual; ya que la venta de un producto, la difusión de una idea y el posicionamiento de cualquier marca, depende no solamente de su calidad o de su innovación sino de la idónea publicidad que se haga sobre él y de su correcta presentación a los sectores a los que es dirigido.

Un diario impreso In situ, el editorial regional más prolífico del país, un puñado de revistas así como un número de talleres gráficos y empresas de diseño y publicidad en crecimiento permiten hablar holgadamente de la existencia de una Industria gráfica y editorial. De manera congruente con esa industria la academia aporta con sus carreras de diseño gráfico y publicidad y el Estado con sus no pocas contrataciones a ese sector colaborando con su crecimiento y supervivencia.

Sin embargo los resultados no siempre son los más óptimos o mejor, casi nunca lo son. ¿Porqué? Por un atraso permanente en todo el sector.

Al ver los talleres gráficos encontramos en su mayoría equipos obsoletos que dejaron de cumplir sus funciones en otras latitudes. Se imprime con maquinaria monocolor cuando hace mas de treinta años existe la maquinaria de cuatro y hasta seis colores en otras condiciones de eficiencia y calidad. Los papeles que se usan son papeles nacionales de bajo rendimiento o importados baratos de segunda clase. Todavía se usan planchas y procesos fotomecánicos arcaicos cuando la tecnología digital los arrasó hace ya muchos años y en la mayoría de esos talleres apenas si tienen lo equipos de computador necesarios para abrir los archivos. Todo eso lleva a precarios resultados y a un océano de diferencia entre el producto y la idea, y lo digo conociendo cientos de casos.

¿Pero cual es el nivel de los diseñadores y de los publicistas? Un nivel de un imperdonable atraso tecnológico. Todavía no enseñan en la academia con programas de última generación como debería ser su deber y no lo hacen así porque los profesores no los conocen. Un ejemplo cruel de ese nivel es el de las páginas web hechas en el departamento, son páginas lentas y que fallan constantemente simplemente porque son realizadas la mayoría de los casos con programas incorrectos u obsoletos y con el desconocimiento de procesos eficaces para lograrlas.

Me he sorprendido de lo poco conocida que es la suite de Adobe CS con patentes de 1990 y 2002 cuando ya va en el CS4 con patentes del 2008. Y en tecnología de computadores seis años son un siglo de atraso. Programas como Bridge, Dreamwever, Golive o InDisegn a la vanguardia mundial del diseño ni siquiera circulan en el mercado pirata de Cds en el Tolima, mucho menos van a estar en los computadores de los actuales y futuros diseñadores.

Entonces creo que mucho más allá del optimismo de la Academia o de su anhelado matrimonio con los sectores productivos hay una realidad que se resuelve con más ganas que plata pues el mundo digital está cada día más accesible para el mercado mundial. La competitividad, antes que pensar en proponer cambiar el mundo al hablar de ciencia y negocios imposibles como lo hacen continuamente, puede empezar con que se civilice la Industria Gráfica y Editorial para que se nos permita vender lo que tenemos, al poder difundir y promover idóneamente nuestros productos.

Darío Ortiz

19 mayo 2009

El novel pintor Andres Alarcón


En su carrera vertiginosa por lo nuevo el arte contemporáneo ha trasegado caminos impensables para el pintor de caballete hasta el punto que su oficio pareciera que fuera a desaparecer completamente. Sin embargo en las ocho décadas que nos separan de las primeras propuestas no objetuales de Marcel Duchamp hemos encontrado muchos jóvenes que, sin pretender negar los avances ocurridos durante esos años, se sienten atraídos por el viejo arte de plasmar sus ideas, emociones y experiencias con colores disueltos en aceite y trementina. Andrés Alarcón es uno de esos nuevos talentos que invierten lo mejor de sus horas en la pintura de caballete con fe, convencimiento y dos componentes muy discutidos en la modernidad pero necesarios para el desarrollo de un arte tan exigente: talento y vocación.

Ha buscado como prepararse en aquello que le apasiona en los pocos espacios que todavía sobreviven en Bogotá para ello y con los pocos pintores que pareciera que todavía pueden transmitir las enseñanzas técnicas de ese oficio centenario.

Ha navegado en la red para encontrar su pares en los rincones más lejanos del planeta los cuales, tal ves sin proponérselo, terminan perteneciendo a algo así como una secta secreta cuyo oficio de herejes intentan custodiar fuera de la inquisición de los salones oficiales y del arte estatal hoy decididamente comprometido con las nuevas formas de expresión estética.

Su labor de pintor, su amor por la gran pintura y su notorio talento para el dibujo y la interpretación bidimensional de la realidad, sin embargo no lo alejan del reto de ser un hijo de su tiempo cuya aspiración mayor sería demostrar que la pintura de caballete, el buen hacer y el buen pintar puede llegar a ser un lenguaje de expresión válido para los hombres del siglo XXI.

Darío Ortiz
mayo 2009

Empínate un poco

A propósito de la explotación de la mina de La Colosa en el municipio de Cajamarca, Tolima

Empínate un poco. Empínate un poco y mira a tu alrededor para que veas la tierra yerma. Hasta donde te alcanza la mirada verás arena gris, verás aludes de polvo y terrazas en lo que antes fueron bosques y la fértil tierra negra. No habrá animales aparte del hombre, no habrá el canto de los pájaros o el bramido del ganado, solamente oirás el ulular metálico del viento contra los acantilados de la impalpable arena ácida y los poderosos motores de gigantescas máquinas. Sentirás el olor a tierra muerta que te produce ese paisaje lunar y la fétida mezcla de los químicos letales impregnará tu garganta.

No podrás estar allí sin un permiso especial y sin botas protectoras y seguirás la orden de no tocar la arena, ni el agua y mucho menos beberla. Sabes que no estás en una exploración planetaria a millones de kilómetros sino en medio de la mayor codicia humana, en una explotación minera de oro a cielo abierto. El lugar no importa mucho, el paisaje se repite desde la primitiva África a los desarrollados Estados Unidos y si no haces nada y esperas un poco lo encontraras a escasos kilómetros de donde lees éstas líneas, en medio de la cordillera de los Andes, en medio de los nacederos de agua en las montañas de Cajamarca.

Empínate un poco para que veas un futuro cercano que ya existe en otras minas de América. Al bajar de la mina pasaras por las quebradas de agua contaminada que las llamaran “la venenosa”, “la cianurada” o los otros nombres jocosos con que los habitantes de la región apodan luego esas serpientes mortales que como todo los ríos terminarán llevando su detritus hasta el mar. Desafortunadamente en nuestra cordillera solo dos ríos llevan el agua al océano: el Cauca y el Magdalena. Los mismos que alimentan tierras y ganados con su agua y poblados enteros con sus peces contaminados.

Antes de llegar al pueblo te encontrarás con un sembrado de cercas de alambre que protegerá casas, oficinas y casinos de los dueños extranjeros de ese desastre, que vivirán como en Londres y tendrán una zona llamada forrest hill custodiada por un batallón de mil hombres que velará sus sueños, mientras una policía privada vigilará sus depósitos y sus embarques de oro. Allí serán felices con las mujeres de los obreros que veremos ir y venir por la gran puerta metálica entre las torres de guardia; trabajando en lo único que se les permite en ese negocio de hombres, siendo secretarias, sirvientas o putas.

Las escuelas del pueblo con nombres de reinas vivas o princesas muertas se llenaran de bastardos primorosos de cabello mono y hermosos ojos azules. Ellos gastarán sus tardes de ocio en los casinos, los billares y los burdeles mientras en la noche llegan los obreros y capataces con dinero suficiente para pagar tres veces más por una gaseosa, seis veces más por una cerveza y diez más por una mujer.

Pondrán retenes en la carretera recién asfaltada que algún gobernador construirá con las escasas regalías. Pulverizarán toneladas para obtener un gramo de oro y acabaran montañas para sacar toneladas de oro a cambio de unos pocos gramos para el Tolima.

Los que no consigan trabajo en la mina, ni en los casinos y bares lo tendrán entre la guerrilla o los paras que aterrorizaran la zona pagados lógicamente, como los concejales, los diputados, los alcaldes y los senadores, con granos de oro contaminado.

Empínate un poco para que veas a nuestros dirigentes, con sus briosos caballos pastando sobre sus fértiles sabanas, decidir impunemente sobre el destino de nuestras miserias, a sabiendas que conciencias se compran pero dignidades no, carreteras y billetes se hacen pero ríos no.

Empínate un poco. Empínate un poco y mira el futuro ahora que puedes decidir sobre él antes que tengas que arrodillarte el resto de tu vida para no ver lo que hiciste.

Darío Ortiz
22 de marzo 2009

Libertad de consumo y plan Colombia


El vicepresidente Santos armó un escándalo diciendo una de esas verdades incomodas de las que muchos hablan. El plan Colombia tiene que acabarse. Se armó un tierrero de padre y señor mío con la doble moral que nos caracteriza pues las cifras, los datos y los hechos no solamente demuestran que el plan Colombia han sido inútiles sino que demuestran que treinta años de lucha contra las drogas y los carteles de la droga no han servido para nada. No han traído sino destrucción y muerte mientras que hasta los mismos miembros de los gobiernos son alegres cocainómanos sociales.

Mientras exista un consumo en crecimiento cuya libertad de drogarse hasta morir parece que fuera el gran logro de la revolución francesa, existirá alguien dispuesto a arriesgarlo todo para quedarse con una parte de ese lucrativo negocio. Pura y simple ley de oferta y demanda en la que los americanos son expertos teóricos.

En Estados Unidos la droga no solamente se distribuye con facilidad en clubes sociales, calles y escuelas públicas sino que se encuentran todo tipo de publicaciones enseñando y dando tips para su consumo, manipulación, siembra, preparación etc. Inclusive he encontrado en cadenas de almacenes tan importantes como Virgin Records, juegos para niños enseñando a convertirse en distribuidor eficaz del producto, mostrando como hacerse rico con el negocio de la droga. Además por supuesto de centenares de libros y canciones que invitan directamente a la experimentación con sustancias alotrópicas y fuertes alcaloides.

No haber consumido más de un tipo de droga o llegar a la universidad virgen son signos evidentes de que eres un pendejo para la actual juventud norteamericana.

Y mientras allá defienden su libertad de consumo y hasta la estimulan aquí corren ríos de sangre y corrupción con un negocio que patrocina los peores crímenes de la historia de América. Desde las creativas descuartizaciones de los paramilitares y sus matanzas en serie, hasta las bombas, las minas y los desatinados cilindros de gas de la guerrilla. Desde los asesinatos selectivos y las vendetas de las mafias locales hasta el magnicidio de nuestros líderes o las muertes por inanición de nuestras tribus aborígenes al perder con el glifosato sus precarias cosechas. Miles de compatriotas pudriéndose en las cárceles del mundo y el estigma en la frente de cada colombiano como si el problema de la droga fuera nuestro. Todos esos crímenes injustificables sin que nada disminuya realmente la producción, la siembra, la exportación y por supuesto el consumo.

Pero el gran negocio de la droga y la verdadera corrupción está en las calles norteamericanas y europeas donde el valor del kilo de droga se multiplica varias veces alimentando todo tipo de mafias locales poco perseguidas. No necesitamos que el vicepresidente Santos mañana nos cuente que el verdadero problema de la droga es la salida de capitales del primer mundo. El negocio de la droga colombiana en las cantidades y cifras oficiales del gobierno, antes de que los kilos sean vendidos al menudeo, equivale anualmente al 10% de toda la ayuda económica que el presidente Obama piensa destinar a la salvación de la banca.

El plan Colombia, en su mejor momento no es ni el uno por mil de esa cifra ni equivale siquiera al total del dinero de la mafia colombiana incautado anualmente entre Colombia, Méjico y Estados Unidos. ¿Como quieren entonces vencer a un negocio cien veces más grande? Creo que le salía más rentable al gobierno colombiano cobrarle el famoso 4 por mil a esas toneladas de droga que seguir mendigando el plan Colombia.

Realmente necesitamos cambiar las reglas de juego. O prohibimos y penalizamos internacionalmente el consumo para desestimular la demanda o despenalizamos y estatalizamos la producción para disminuir el precio de la oferta y desbaratar el negocio.

Pero eso talvez nunca pase pues allá necesitan tener a su población drogada y aquí necesitamos esos dólares sucios corrompiéndolo todo, mientras políticos, yupies, moralistas y militares, se llenan las narices y las venas de todo tipo de porquerías.

Darío Ortiz
17 de marzo 2009

¿El justo centro?



Lo primero que uno aprende en composición artística es que si el personaje esta un poco a la derecha o un poco a la izquierda del centro la composición empieza a funcionar, pero que si lo ubicas en toda la mitad, se le hacen evidentes todos sus defectos. La mitad entre el blanco y el negro es el gris, entre el rojo y el azul es el violeta, entre el amarillo y el violeta es un café sucio y si unes todos los colores no tienes más que un indefinible tono turbio.

Como la vida imita al arte, en la reciente política colombiana hemos empezado a ver las debilidades y los defectos de algunos de sus protagonistas en su afán de acomodarse en el centro de la composición. Rafael Pardo, Gustavo Petro, Lucho Garzón, han empezado a tornarse grises, violetas, cafés sucios y turbios. Ni fríos ni calientes, simplemente tibios y creo que no necesito recordar aquí lo que Jesús opinaba de las aguas tibias.

En la feria de los planteamientos de centro, de los planteamientos tibios, oímos hablar de democracia, diálogo, unión y paz. Pero luego vemos los hechos de sus apóstoles. Se les convoca a un congreso de su partido, y en él se les invita al diálogo, a una unión concertada, a una dirección unida haciendo uso de la democracia. ¿Y entonces que vemos? Que Lucho no asiste y no dialoga, que Petro asiste pero no dialoga, y que al perder unas simples elecciones genera conflicto, se separa del partido y despotrica de los resultados, muy a la colombiana, muriendo con el alma pegada de un inciso.

Esta claro como siempre que la democracia es justa, el partido unido y la paz lograda únicamente si el que las critica sale elegido.

En su vertiginoso viaje al centro Gustavo Petro, quien desde ya le ofreció el alma de la izquierda democrática al partido liberal, va a proponer un “acuerdo sobre lo fundamental” retomando las ideas que en los noventa esgrimiera el representante de la derecha en Colombia Álvaro Gómez Hurtado. Por supuesto el objetivo principal de esa propuesta será el ser elegido como candidato presidencial del nuevo partido “todos contra Uribe”.

En la nueva definición del término Centro político, no en Colombia, sino en Wikipedia encontramos además de la afirmación de que “los partidos puros de centro son más propios de Monarquías parlamentarias”, una frase que parece redactada por el mismo Petro: “El centro es encontrar acuerdos basándose en la esperanza de la buena fe.” ¡Por Dios! ¿Buena fe en la política colombiana? ¿Buena fe en Cesar Gaviria? ¿Buena fé …? ¡Una locura! Baste recordar que hizo Gaviria con el Nuevo Liberalismo, o con Colombia gracias a sus políticas económicas. Un acuerdo sobre lo fundamental sería lograr que Gaviria, Uribe, Arias y todos ellos se retiraran de la política a sus feudos, a disfrutar de sus logros económicos y dejaran este país gobernarse tranquilo.

El viaje al centro de Lucho Garzón , quien ahora funge de ex alcalde como si fuera un ex presidente, comenzó desde el lejano Partido Comunista Colombiano y terminó al sentarse en la oficina principal del Palacio Lievano; donde practicó con la ayuda de Dusan lo que tanto critica la izquierda: clientelismo. El antiguo comunista Gobernó llenando de impuestos a la desvencijada clase media, dando negocios multimillonarios a los ricos y limosnas de pan y leche para los pobres. Olvidando, o tal vez recordando, la frase de Lenín: “la limosna retarda la revolución.”

Es fácil vaticinar que los que piden el centro oscilaran como un péndulo para todas partes pues en un mundo en movimiento quedarse en el centro es casi imposible. La vida, como el arte, como la política para que sean bellos, tienen que estar llenos de matices y contrastes, de yin y yan.

El centro no los soportó ni Aristóteles, creador de la teoría del justo medio, quien siempre tomó partido por la monarquía en contra de la democracia Griega ya que Alejandro Magno pagaba mejor.

Darío Ortiz


El Polo y sus candidatos derrotados

Pasó el congreso del Polo dejándonos un sabor de nada.
Como se esperaba sólo fue una lucha de vanidades y de egos y una falta de propuestas. Los nombramientos de las directivas y las conclusiones de cómo elegir el candidato presidencial y que ese candidato pueda ser el mismo presidente del partido Carlos Gaviria, no solamente llevan a una división del partido sino que dejan mucho que desear sobre los que viven criticando la falta de aperturas políticas y las falsas democracias.

Hablan de democracia pero no aceptan la decisión de las mayorías y toda contienda electoral es injusta mientras ellos no ganen.

La izquierda democrática en Colombia hace mucho tiempo que debía pasar de la crítica a la acción propositiva y que su propuesta trascendiera su deseo electoral de llegar al poder pues ya es hora que nos expliquen “el poder pa´que”. Desde hace décadas la izquierda se especializó en ser la oposición, en criticar el accionar de los gobernantes y en su manera de dirigir el país. He hizo de eso un negocio. Pero ser crítico es fácil en éste país de criticones lleno de defectos y de necesidades. Sin embargo no muestran formulas de nada, no proponen nada claro para sacar adelante a Colombia y cuando se reúnen sus máximos líderes como en el congreso que acaba de pasar; pierden su tiempo haciendo reformas leguleyas de estatutos y peleándose por la manera de elegir un candidato.

Discutiendo por la candidatura presidencial en una nación donde abundan los pretenciosos presidenciables. Donde cualquiera que lo secuestren, que tenga una víctima en la familia, tres ideas, cuatro pesos o se baje los pantalones en público es una candidato a candidato. Un candidato a vicedespota como decía un poeta.

Mientras tanto en cada rincón de Colombia hay una pequeña parte de esa inmensa franja amarilla de la que hablaba Willian Ospina esperando el momento de ser tenida en cuenta tras siglos de abandono. Franja a la que nada le conmueve porque nada le proponen.

Desde la creación de firmes, luego la UP y más tarde con la reinserción del M19 el país le ha dado a la izquierda poco a poco la oportunidad de acceder a posiciones de poder con precarios resultados. Ha visto, eso sí , que no son los monstruos de los que hablara Laureano, ni alevosos alebrestadotes de la turba a la que en el setenta le temiera Lleras, ni los hombres grises que debíamos tener alejados tras una cortina de hierro. El país ha visto que son personas de carne y hueso que gobiernan desarmados, que son tan criticables y tan corrompibles, y tan clientelitas, y tan débiles, y tan burgueses, y tan lúgubres como los otros que habitualmente eligen a Alcaldías y gobernaciones.

Como la izquierda no ha propuesto nada en dos décadas, cuando llegan al poder nada cambia. Ninguna transformación social están haciendo en Colombia Navarro, Lucho, Samuel o los demás porque les estén dando un pan y un vaso de leche a un niño o porque hayan logrado cobrar muchos más impuestos. No es sacado de un manual de Engels o de Lenín el Pico y placa. No hay una sola medida del Polo democrático en el poder, que haya llevado a la reconstrucción de lo que los expertos llaman el tejido social.

Todas sus peleas y todos sus esfuerzos se han reducido a la manera de como van a elegir un candidato, patrocinada por los amigos del mismo y por los dos o tres ególatras que también se creen presidenciables alguno de los cuales ni siquiera fue al congreso. Peleando por la candidatura de un partido que mientras que no proponga ideas reales y no produzca hechos concretos, no tiene ni la más remota posibilidad de llegar al poder. Y no lo digo yo, que no soy candidato a nada, sino lo dicen sus propias ONG, lo dicen las encuestas, los politólogos y esos que nadie escucha, los millones de anónimos que no van a las urnas pero que necesitan urgentemente una sociedad menos excluyente, menos segregada e inequitativa

En ese congreso del Polo en vez de discutir una clara propuesta programática que gane la conciencia de los electores hasta volverse opción de poder, han discutido la elección de un candidato que antes de ser elegido ya ha sido derrotado.