miércoles, 3 de febrero de 2010

Una historia haitiana...

Un terremoto con 150.000 víctimas hizo que el mundo se acordara de Haití. Se acordara que queda en La Española, una isla que descubrió Colón en su viaje a América, que su vecino es República Dominicana un paraíso turístico, que es el pueblo más pobre del mundo y que aún así varias potencias lo han invadido para quitarles algo que los Haitianos deben tener y que aún no han descubierto. El mundo se acordó que mientras Inglaterra, Francia, Holanda y otras naciones civilizadas consideraban, amparados hasta en la Biblia, que la esclavitud era buena y necesaria para la civilización, los alevosos mulatos y negros de Haití fueron los primeros en abolirla. Se acordaron que la libertad americana se financió en parte con el dinero de esos negros.

Se acordaron que un incendio legendario quemó para siempre de manera irreparable buena parte de su capa vegetal y que sus escuálidas tropas derrotaron al pretensioso ejército del entonces invicto Napoleón Bonaparte.

Se acordaron, en síntesis, que ese olvidado y expoliado pueblo muerto de hambre, lleno de negros que hablan francés y creole, que tienen una religión propia mezcla de Roma y de África, queda allí no más en la mitad del Caribe. Sus vecinos de Norte América se acordaron de pronto que los pisos de Manhattan están limpios gracias a los haitianos que allí viven y que el jugo de naranja que se toman todas las mañanas lo cosechan y procesan los miles de haitianos de la Florida que incluso tienen un barrio de Miami que se llama “La pequeña Haití” pero que se han negado siempre a hacerles una política seria de inmigración. Se acordaron que llevan doscientos años tratando de invadir ese impronunciable paisito llamado por ellos Jeiri pero que esos desordenados negros los han hecho salir del país.

El mundo se acuerda ahora de Haití y como soy parte del mundo también tengo algo que recordar ahora. Algo había guardado en aquella enciclopedia personal de datos inútiles: Haití es el paraíso del maravilloso arte naif.

El arte naif, del francés “ingenuo”, surgió como concepto en los pinceles de un pequeño grupo de artistas franceses del siglo XIX siendo el más conocido de ellos Henri “el aduanero” Rousseau. Esa pintura caracterizada por su ingenua espontaneidad, mezcla de intuición, colores fuertes y autodidactismo que se desprende de toda teoría y academicismo es la fuente primaria de la gran mayoría de los movimientos artísticos del siglo veinte. Sin entender el naif, Picasso, Matisse y hasta Botero no tendrían sentido.

A mediados de los años veinte la familia Nader llegó a Haití huyendo del Líbano y sus problemas políticos y religiosos. Estableció sus negocios en la isla y en la década de los cincuenta George Nader descubrió que el incipiente turismo buscaba como suvenir el arte naif que se hacía en todas partes, pues allí abunda el talento, sobra el tiempo y cualquiera cambia un cuadro por un plato de comida. Contactó pintores, les dio materiales y creó un negocio que lo hizo multimillonario. Pagados a uno, dos y hasta cinco y diez dólares compró y compró ese arte naif lleno de felicidad que terminó vendiendo en América y Europa hasta que lo cotizó en miles de dólares y lo puso de moda en el mundo.

Con su fortuna construyó una casa de treintaicinco habitaciones, la lleno con 12.000 obras de arte haitiano, la volvió un museo en agradecimiento al innato talento local y el día que el mundo se acordó que Haití quedaba en la mitad del Caribe en pocos segundos vio como toda su colección, una pierna y una gran parte de su fortuna quedaban sepultadas bajo las ruinas de su museo.

No sé cuántos de esos pintores naif murieron en la tragedia ni si les queden ganas de pintar como siempre temas alegres en el anonimato, mucho menos ahora que el mundo se acordó de Haití y que para recordárselos llegan veinte mil soldados del premio nobel de paz a poner orden.

Darío Ortiz

Tiro de gracia

El complejo ejercicio de la medicina en Colombia ha logrado que por ésta época muchos médicos recién graduados estén preparando sus exámenes para poder especializarse o ejercer su profesión dignamente en otros países. Las mejores condiciones del ejercicio de la medicina en Europa, en Norteamérica e incluso en algunos países latinos están promocionando un éxodo que seguramente se agravará con los recién sancionados Decretos de la “Emergencia Social” que incluyen grandes trabas para acceder a especialistas y una fuerte restricción al ejercicio profesional al limitar las posibilidades del médico de recetar medicamentos, tratamientos, exámenes y procedimientos.

Especializaciones pagadas en vez de cobradas como en Colombia, ingresos acorde con las responsabilidades y exigencias académicas de la que es la más larga de las carreras, en vez de las inhóspitas tarifas de la medicina preparada que obliga a ver mediocremente centenares de pacientes al mes son ya de por sí motivación excelente para que muchos jóvenes traten de probar fortuna en otras partes.

Mientras que los expertos en el tema esperaban una profunda reforma a la Ley 100, el gobierno, y tal vez porque el actual presidente fue el ponente de dicha ley en 1993, prefirió hacer casi dos decenas de cuestionados y cuestionables decretos que al parecer van a complicar un poco más si se puede el tema de la salud en Colombia.

Aparte del empeoramiento del ejercicio de la medicina lo que queda de manifiesto en esos decretos es que la atención médica será de quien sea capaz de pagarlas como lo es en Colombia la educación, la comida, la tierra, la vivienda etc. Nadie, ni el estado, ni las aseguradoras querían asumir la responsabilidad de las enfermedades costosas o catastróficas y el gobierno, protegiéndose y protegiendo el negocio de las EPS, lo ha definido claramente: las paga la víctima o su familia que quedará con las deudas al morir el enfermo.

Como era hace unas décadas las enfermedades catastróficas dejarán a las familias en la calle y si el paciente se salva quedará sin pensión ni cesantía. ¡Vaya decretos que hasta nuevos impuestos proponen! Cuando parte de la culpa del déficit fiscal lo tiene aquella ley 100 que su autor se negó a cambiar.

Al pensar en éstos temas de los enfermos pagando sus tratamientos hay que recordar el afán que tiene el gobierno que Estado Unidos le apruebe el TLC donde se protege a los laboratorios americanos de las baratas y nacionales drogas genéricas lo que haría incluso un poco más onerosa, si se puede, el costo de la enfermedades.

Probablemente los decretos, además de la excusa del déficit fiscal, ocultan de pronto realidades de fondo como el aumento de los casos de sida y de cáncer que de seguir creciendo en el mismo ritmo se volverían impagables en cualquier sistema y cuya culpa no pocos conocedores argumentan que se debe a falta de prevención estatal.

Ya que el evidente retroceso jurídico que esos decretos anti tutela conllevan solamente es comparable con la iniciativa de cadena perpetua para los violadores, tal vez ahora sea el momento de empezar a reunir firmas para hacer una iniciativa constitucional que nos permita aplicarnos una eutanasia inmediatamente nos confirmen el diagnostico de una enfermedad catastrófica y antes de arruinarnos y arruinar a los deudos en beneficio del sistema, o para que el gobierno nos colabore con darnos un económico tiro de gracia como el que le acaban de dar a nuestro ya precario sistema de salud.

Darío Ortiz

Respuesta a un columnista



Carta enviada por Juan Mario Laserna a proposito de la columna "Los buitres del Tolima" publicada en El Nuevo Día



Señor Director



Por medio de la presente me permito referirme y responder, en lo que a mí concierne, al artículo de opinión del señor Darío Ortiz llamado “Los Buitres del Tolima”, aparecido en su prestigioso diario en la edición de hoy 20 de enero del 2010.


En primer lugar quiero referirme a la acusación de no haber ayudado a mi hermana Julia Laserna siendo ella directora del Museo de Arte del Tolima. Precisamente por ser ella directora del Museo yo, al ser funcionario público, estaba inhabilitado para ayudar en tan excelentísimo esfuerzo. Justamente uno de los principios básicos del derecho administrativo, y prohibición de orden constitucional, es el de impedir y limitar a los servidores públicos influencias, apoyos y transacciones cuándo existe consanguinidad. Esto se llama nepotismo y en respeto a dicha norma me abstuve de cualquier influencia en dicha gestión.


En segundo lugar, y en lo que se refiere a mi vinculación con el Tolima, quiero decir que la primera vez que empecé a trabajar en mi departamento fue manejando una ganadería en el año 1986, hace 24 años. Después de eso he sembrado solo y en compañía algodón, sorgo, arroz y maíz y hace tres años adelanto un proyecto de siembra de uva y producción de vino tropical pues me atrae que requiere mano de obra intensiva.


También fui el inversionista de riesgo del Centro de Logística del Tolima, en Buenos Aires. Y decidí tomar este riesgo, dado mi alto e indeclinable compromiso con el departamento, cuándo el país enfrentaba una de sus peores recesiones. Hoy, Dios mediante, va a ser el mayor generador de empleo de la ciudad en los últimos 20 años.


Como viceministro de Hacienda, encargado del sector descentralizado por Juan Camilo Restrepo, trabajé en conjunto con la doctora Ana Lucía Villa de la DAF, en la restructuración financiera de Ibagué y varios municipios del Tolima que estaban quebrados. Desde entonces en ese programa se han reestructurado doce municipios del departamento. También en dicho cargo trabajé con muchos alcaldes en muchos proyectos de desarrollo para el Tolima.


Usted tiene razón en decir que uno hace un llamado a sus orígenes y a su trayectoria al presentar su nombre al elector primario. Quiero representar al Tolima porque me siento profundamente y orgullosamente Tolimense. Es irónico, pero hace 40 años mí papá, con el mismo sentimiento de amor y entrega a su departamento, se presentó como candidato al Senado y fue atacado con argumentos similares, que por provenir de una familia de empresarios, no le iba a responder al pueblo y a las comunidades.
Hoy 40 años después, los que representaban a los “patilimpios” y que ganaron esas elecciones, no tienen inversiones significativas en el Tolima, mientras mi familia, que lleva más de 100 años en el departamento, sigue liderando en forma honesta, comprometida y decidida varios procesos productivos y de generación de empleo.


Yo sé que el señor Ortiz no tiene por qué saber estas cosas pues son casi de índole personal. Pero le agradecería que tenga en cuenta estos argumentos ya que de resultas de su columna algún comentarista en la edición digital invita a votar en blanco. Esto es invitar a que el Tolima siga acéfalo y sin un liderazgo comprometido con la región, y me parece injusto y desacertado con quienes venimos haciendo un trabajo serio y con proyección hacia el futuro, y que creemos en un Tolima fuente de desarrollo, empleo y progreso,


Del señor Director muy atentamente,



Juan Mario Laserna




Respuesta a la carta de Juan Mario Laserna publicada también en el Nuevo Día



Sobre la historia del Museo y la falta de apoyo a su hermana Julia, creo que nada tenía que ver que fuera en aquella época un funcionario público porque nunca esperamos de él nada ilegal, más bien es una ejemplo de que en la misma medida habrá muchos momentos cuando vuelva a ser funcionario que el Tolima necesitará su apoyo y que se amparará en argumentos similares para no darlo. En la política y en el poder una palabra basta para que las cosas fluyan. A diferencia de su Padre, ni un consejo, ni una luz nos dio en aquellas horas aciagas, ni siquiera aportó nada de su propio peculio si es que altas leyes constitucionales impedían coger un teléfono o dar una recomendación o una palmadita en la espalda. Del nepotismo a la generosidad hay un océano de distancia.


Por supuesto no conocía algunos de los pormenores de sus negocios personales. Aunque estoy seguro que en todos ellos espera tener jugosas ganancias ya que me permito dudar de que exponga su dinero únicamente por su altruista afán de dar trabajo. De todas formas creo que hacer negocios en el Tolima no lo hace conocedor de la problemática social del departamento.


Por supuesto no me interesa convertir mis opiniones un problema personal y mañana, como es apenas lógico, el artículo que escribí habrá envejecido tan rápido como una mariposa. Las palabras serán olvidadas por los lectores y darán paso a otras nuevas palabras sobre otros temas. Mientras eso ocurre llegará el momento en que Juan Mario Laserna podrá posiblemente demostrar con hechos en el senado lo que ahora solamente son palabras de candidato y que ojalá nos permitan decir con orgullo que a Juan Mario le fue bien porque al Tolima le fue mejor.


En artículos como ese lo que más quisiera como columnista es estar equivocado y que en los próximos años la pirinola política caiga en “todos ponen” en vez del habitual “todos sacan” que ya tiene al Tolima triste, famélico y cada vez menos importante en el contexto nacional.


D.

Los buitres del Tolima

La representación tolimense al senado de la república es un cadáver insepulto. Un cuerpo informe de míticas figuras en proceso de descomposición o más bien, en proceso de extinción gracias a sus muchos procesos penales.

Luego de la debacle que eso ha significado para el Tolima, luego de ese imperdonable error histórico, se pensó de manera optimista que las circunstancias iban a permitir un necesario relevo generacional o el nacimiento de un nuevo liderazgo regional que cambiara para siempre la manera como se hace política en el Tolima. Pero nada de eso a sucedido.

Y mientras Mauricio Jaramillo y Luís Humberto Gómez Gallo cansados de darse madera en el congreso en detrimento del Tolima ahora sueñan con enfrentarse en la candidatura por la gobernación: manadas de buitres jóvenes y viejos tratan de acabar con los restos del cadáver insepulto de nuestra representación al congreso. Viniendo de departamentos vecinos o lejanos sobrevuelan nuestro huérfano cuerpo electoral tratando de arrancar hasta el último jirón de votos que puedan encontrar sobre nuestro suelo para luego retornar a las lejanas alturas donde viven y donde esperan eructárselos a sus crías.

Viejos senadores (porque no quiero ofenderlos llamándolos buitres) como Camilo Sánchez del partido liberal, Hernán Andrade conservador o Manuel Virquez de Mira, que aunque han obtenido nuestros votos nunca han movido un dedo por el Tolima, se disputan el vacío de liderazgo regional con viejos políticos como Carlos Romero del Polo, Leonor Serrano de Cambio Radical o viejos periodistas como Edgar Artunduaga junto a nuevos tolimenses que acaban de acordarse que tienen ancestros pijaos que justifiquen el expolio como Juan Mario Laserna del partido conservador o el ex ministro Juan Lozano del partido de la U.

Hasta Camilo Romero de un grupo llamado “vamos independientes al senado” está tratando de pescar en éste río revuelto.

Tiemblo de solo pensar en las cifras de vivienda de interés social que el neo-tolimense Juan Lozano le dio al Tolima en su ministerio en comparación con otras regiones del país o de los anti-ecológicos permisos de explotación minera que otorgó en nuestro suelo sin importarle un pito nuestro intoxicado futuro. Tiemblo de recordar la poca ayuda que Juan Mario le dio a su hermana Julia Laserna cuando se estrenaba como directora del Museo de Arte del Tolima y no había ni con qué pagar los servicios mientras él disfrutaba puestos de inmenso poder económico.

Tiemblo por todos ellos, que sin importar que los logros de sus gestiones anteriores hayan sido pirricos para la región, creen que se ven como tolimenses orgullosos bebiendo aguardiente taparoja y hablándole a la prensa del potencial natural de nuestra tierra. Aunque todos sabemos que el único dinero que el Tolima le ve a éstos políticos de rapiña es el que gastan cada cuatro años en sus campañas y el que dejan al alquilar sus sedes políticas.

En su única y feliz oportunidad de hacer una renovación política, el Tolima va a tener pocos candidatos reales al senado y algunos como Guillermo Santos, ya comienzan cojos sus campañas pues recordemos que lo único destacado en su pobre desempeño en el congreso es la acusación de plagio (mezcla de robo a la propiedad intelectual y fraude) que le hicieron por un proyecto de ley dizque para frenar la corrupción.

Ante todos estos buitres del Tolima solamente nos queda la esperanza de que algo nuevo surja en la Cámara de Representantes cuya tragedia seguramente será motivo de otra diatriba.

Darío Ortiz