jueves, 5 de junio de 2008

Carta a un ángel que un día se disolvió por ahí.


“El pasado 24 de mayo el diario El Tiempo publicó el hallazgo de una transcripción de un casete que narra la muerte atroz y aleve de varios de los civiles desaparecidos tras la toma del Palacio de Justicia de manos de miembros del ejercito. Entre los desaparecidos está una prima de la madre del pintor Darío Ortiz, cuya historia narra nuestro columnista”
Encabezado original de El Nuevo Día.

Querida Norma: han pasado muchos años desde la última vez que tuvimos noticias tuyas pero ahora que por las transcripciones de un casete perdido volvimos a saber de ti, quisiera contarte tantas cosas de la familia, de tu mamá Elvira, de tu hija Débora y de tu nieta Sarita que no sé ni por donde empezar.

Elvira, tu mamá, no pasa un día sin pensar en ti aunque ya perdió la costumbre de buscarte en todas partes y de tratar de mirar en la calle los rostros de las mujeres para ver si ve pasar el tuyo. Para ver si alguno tiene tu sonrisa perfecta. De vez en cuando le cuenta a sus amigas los recuerdos de tu infancia como cuando le preguntaste por qué en el cielo no se veían los ángeles y te contó el cuento de que ellos cuando bajaban se disolvían entre las nubes. Ella se acuerda entre risas de la rabia que le dio cuando le dijiste que además de aprender inglés habías conseguido marido venezolano en Miami, ese que desapareció tan pronto nació tu hija Débora. Una vez se acostumbró a tu ausencia puso todo su empeño en sacar la niña adelante, afortunadamente tu papá era metódico y organizado y pudo dejarle lo necesario para que así lo hiciera, claro está, contando con la ayuda de Amparo, tu prima y gran amiga, que siempre ha estado allí para colaborar con la platica que le entra de sus tejidos a máquina.

¿Qué por qué hablo de él en pasado? Olvidé decirte que Ricardo, tu papá, con su dos metros y sus manos de gigante, murió a los pocos años de que no volvieras. Los médicos dijeron que de un cáncer que se lo comió por dentro, pero nosotros sabemos que fue de tristeza porque jamás se pudo hacer a la idea de que tú no regresaras. Inclusive nunca quiso vender el escarabajo verde pensando que así como te habías ido en él a donde fuiste, tal vez algún día en él ibas a regresar. Jamás se perdonó el que te hubiera dado la idea de hacer pasteles cuando el ex ministro ese que era tan coqueto contigo y al que le fascinaba tu sonrisa, se hubiera burlado de ti al ofrecerte un cargo con una remuneración tan ridícula para los diplomas que tenías. - Es que no todos son diplomáticos de la Tadeo con especialización en Estados Unidos – decía. – ¡Si va a trabajar por ese sueldo que mejor haga pasteles! - y ¡Vaya si hiciste pasteles!

Tantas relaciones importantes y tantos contactos de la familia que sólo te sirvieron para los pequeños contratos con las cafeterías de un par de universidades, del congreso, la curia y por supuesto la del Palacio de Justicia a donde ibas ese día atrasada para hacer la entrega de tus tortas.

Han pasado 23 años pero hay cosas que parece que hubieran sucedido ayer. Parqueaste el carro de tu papá antecitos de las doce, en la octava, en el sitio prohibido de siempre, mientras entrabas un segundo a dejar tu pedido. Cómo se quedó llorando la pequeña Débora de ocho meses talvez presintiendo que algo le iba a suceder a su mamá. Amparo, tu fiel escudera, permaneció como siempre con ella entre el carro para tomarle del pelo a la policía de tránsito si molestaba mientras tú llegabas.

Cuando comenzaron los disparos y tú no salías del Palacio y llegó la policía a insultarla porque Amparo no quitaba el carro, Débora lloró como nunca y no se calmó ni con la antigua historia de los ángeles y las nubes. Afortunadamente al rato un espontáneo corrió el volkswagen para alejar a tu prima paralítica y a tu bebé del fuego cruzado de la policía y la guerrilla. Esa misma noche al llegar tu papá a rescatarlas un oficial le dijo que afortunadamente ya habían salido algunas personas de la cafetería que debían estar por ahí respondiendo preguntas. Pero no llegaste a casa esa noche. Ni al otro día. Nunca volviste.

¿Veinticuantos años tenías?, no lo recuerdo, ¿lo recuerdas tú? Ya ni siquiera recuerdo el partido de Fútbol que la ministra Noemí Sanín ordenó transmitir por televisión para que no viéramos lo que pasaba en la Plaza de Bolívar. Sin embargo varios de tus amigos siempre han dicho que te alcanzaron a ver saliendo en manos de soldados hacia la casa del florero.

¿A dónde fuiste? Dicen que a la Escuela de Caballería para beber hasta hastiarte el agua de los caballos. La familia fue a los hospitales, a las estaciones de policía, a las cárceles, incluso a la Escuela de Caballería. Tu papá meses después todavía deambulaba por la morgue, pero en ninguna parte daban noticias tuyas. - Es que los de la cafetería eran del Eme- decían sin vacilación al preguntar por ti. Cuando se enfrió el carbón de los cadáveres, en una bolsita de nevera le entregaron a Elvira tus delicadas joyas, intactas. Mi mamá todavía conserva con cariño tu pulserita de oro blanco que claramente no conoció el fuego.

Tu sonrisa esplendorosa no solamente hace parte del recuerdo de quienes te conocimos sino además fue la mejor prueba ante los restos que nos mostraban diciendo que eras tú. Esa dentadura inmaculada que no había tenido jamás una carie no apareció nunca. Ni eras el pedazo de carbón del cuarto piso que querían que se llevara tu mamá, ni los restos que le entregaron a la esposa del magistrado Medina que dizque para que le pagaran la pensión, porque sin cadáver no había plata.

Poco a poco comenzó a tomar forma la versión de que una guerrillera te había hecho cambiar las ropas con ella y que te habían torturado al lado de Irma Franco aunque a gritos decías tu profesión y oficio mientras ellos violentaban tu cuerpo. Solamente el Doctor Eduardo Umaña Mendoza, que llevaba el caso, insistía en la versión que a ti te habían sacado viva del Palacio con tu propia ropa y que te habían desaparecido. Pero desde que tu papá murió, desaparecieron las pruebas y miembros del ejercito mataron al Doctor Umaña, nadie más volvió a hablar de eso. Inclusive como te desapareciste del mundo de los vivos, poco a poco te fuiste desapareciendo de la lista de desaparecidos y de la memoria de los hombres cuyo recuerdo es solo una foto borrosa y tu nombre un rumor mal escrito en las hojas de un expediente. Como se fue también la platica que esa ONG alemana le pasaba a tu hija Débora para que terminara el bachillerato por gestión del mismo Doctor. Si no hubieras tenido una hija podríamos pensar que nunca exististe.

¡Cómo me he distraído hablando de ti! Si lo que quiero es hablarte de tu hija y de tu nieta ahora que hemos vuelto a tener noticias tuyas. Sarita tu nieta ya tiene quince meses y es tan bella como lo era Débora la última vez que la viste. Ella no pudo terminar su carrera, ya sabes, tampoco se le puede pedir tanto a una pequeña herencia. Trabaja en lo que puede y pasa los días entre el trabajo y Sarita, que por supuesto tu prima Amparo también ayuda a cuidar de vez en cuando.

Tu mamá, a quien ya se le han empezado a notar los años y las tristezas, guarda la esperanza que algún día le paguen la indemnización que habían ordenado darles antes de que mataran al Doctor Umaña pero que alguien del gobierno ordenó no pagar. Espera con ese dinero lograr que Débora sea profesional como tú lo eras. Pero eso está muy difícil pues si a nadie le importan los desaparecidos mucho menos le importan sus deudos.

En fin, unas pocas noticias de tu familia y una madeja de recuerdos que te los escribo ahora cuando volvemos a saber de ti. Ahora cuando es tu hija la que le cuenta a tu nieta que los ángeles no los vemos en el cielo porque al bajar se disuelven entre las nubes. Ahora que sabemos finalmente que no vas a volver nunca aunque saliste viva de aquel infierno. Ahora que sabemos que no vas a volver porque después de que te torturaron te disolvieron como aquellos ángeles del cuento pero no entre las nubes sino en tristes cubetas de ácido.

Tu pariente que no te olvida,


Darío Ortiz
El nuevo Día, sucesos pag 7A, sábado 31 de mayo de 2008

4 comentarios:

Unknown dijo...

Dario, excelente con los pinceles y ahora un a grata sorpres , excelente con las palabras, saludos Jose Gabriel Acuña

Anónimo dijo...

Sólo al leer sus textos entiendo por fin la exquisita sensibilidad de sus pinturas. Desafortunadamente el país está es en manos insensibles.
Andrea

Anónimo dijo...

Facetas y sus escritos son lo mejor del periódico de Ibagué. Me gustaría que publicara algunos de los anteriores como los de las marchas de enero y marzo. ¿Eso es posible?. Fernando Estrada G.

clavijo ocampo dijo...

DARIO, debo confesar que no conocía esta superlativa, en su dimension narrativa y literaria, e historica apología de tu pariente. Me ha dejado convencido de tus excepcionales tale ntos y, sobre todo de tus compromisos con la justicia y el derecho a la esperanza de esta Colombia ultrajada y estremecida !!! Prohibido Olvidar. Un abrazo a las nubes que nos alientan!!!