sábado, 6 de junio de 2009

Libertad de consumo y plan Colombia


El vicepresidente Santos armó un escándalo diciendo una de esas verdades incomodas de las que muchos hablan. El plan Colombia tiene que acabarse. Se armó un tierrero de padre y señor mío con la doble moral que nos caracteriza pues las cifras, los datos y los hechos no solamente demuestran que el plan Colombia han sido inútiles sino que demuestran que treinta años de lucha contra las drogas y los carteles de la droga no han servido para nada. No han traído sino destrucción y muerte mientras que hasta los mismos miembros de los gobiernos son alegres cocainómanos sociales.

Mientras exista un consumo en crecimiento cuya libertad de drogarse hasta morir parece que fuera el gran logro de la revolución francesa, existirá alguien dispuesto a arriesgarlo todo para quedarse con una parte de ese lucrativo negocio. Pura y simple ley de oferta y demanda en la que los americanos son expertos teóricos.

En Estados Unidos la droga no solamente se distribuye con facilidad en clubes sociales, calles y escuelas públicas sino que se encuentran todo tipo de publicaciones enseñando y dando tips para su consumo, manipulación, siembra, preparación etc. Inclusive he encontrado en cadenas de almacenes tan importantes como Virgin Records, juegos para niños enseñando a convertirse en distribuidor eficaz del producto, mostrando como hacerse rico con el negocio de la droga. Además por supuesto de centenares de libros y canciones que invitan directamente a la experimentación con sustancias alotrópicas y fuertes alcaloides.

No haber consumido más de un tipo de droga o llegar a la universidad virgen son signos evidentes de que eres un pendejo para la actual juventud norteamericana.

Y mientras allá defienden su libertad de consumo y hasta la estimulan aquí corren ríos de sangre y corrupción con un negocio que patrocina los peores crímenes de la historia de América. Desde las creativas descuartizaciones de los paramilitares y sus matanzas en serie, hasta las bombas, las minas y los desatinados cilindros de gas de la guerrilla. Desde los asesinatos selectivos y las vendetas de las mafias locales hasta el magnicidio de nuestros líderes o las muertes por inanición de nuestras tribus aborígenes al perder con el glifosato sus precarias cosechas. Miles de compatriotas pudriéndose en las cárceles del mundo y el estigma en la frente de cada colombiano como si el problema de la droga fuera nuestro. Todos esos crímenes injustificables sin que nada disminuya realmente la producción, la siembra, la exportación y por supuesto el consumo.

Pero el gran negocio de la droga y la verdadera corrupción está en las calles norteamericanas y europeas donde el valor del kilo de droga se multiplica varias veces alimentando todo tipo de mafias locales poco perseguidas. No necesitamos que el vicepresidente Santos mañana nos cuente que el verdadero problema de la droga es la salida de capitales del primer mundo. El negocio de la droga colombiana en las cantidades y cifras oficiales del gobierno, antes de que los kilos sean vendidos al menudeo, equivale anualmente al 10% de toda la ayuda económica que el presidente Obama piensa destinar a la salvación de la banca.

El plan Colombia, en su mejor momento no es ni el uno por mil de esa cifra ni equivale siquiera al total del dinero de la mafia colombiana incautado anualmente entre Colombia, Méjico y Estados Unidos. ¿Como quieren entonces vencer a un negocio cien veces más grande? Creo que le salía más rentable al gobierno colombiano cobrarle el famoso 4 por mil a esas toneladas de droga que seguir mendigando el plan Colombia.

Realmente necesitamos cambiar las reglas de juego. O prohibimos y penalizamos internacionalmente el consumo para desestimular la demanda o despenalizamos y estatalizamos la producción para disminuir el precio de la oferta y desbaratar el negocio.

Pero eso talvez nunca pase pues allá necesitan tener a su población drogada y aquí necesitamos esos dólares sucios corrompiéndolo todo, mientras políticos, yupies, moralistas y militares, se llenan las narices y las venas de todo tipo de porquerías.

Darío Ortiz
17 de marzo 2009

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