Hace un par de meses escuché atónito como un magnate resumía la situación actual de la economía con la frase: “simplemente se acabó la fiesta”. -¿Fiesta? ¿Cuál fiesta? - Me pregunté inmediatamente y al verificar luego datos y cifras estadísticas, mientras la tierra entera se enfrenta como puede a una enorme crisis financiera, me entero que el mundo era una fiesta. Una fiesta donde la economía crecía y crecía, la producción industrial aumentaba y con ellas las exportaciones y las importaciones; el desempleo bajaba, como algunos índices de pobreza y el dinero se contaba por montones.
Incapaces como hemos sido de ver más allá de nuestras propias narices y de nuestras sencillas luchas diarias todavía aquí en Colombia algunos creían que nuestros pequeños triunfos económicos se lograban por el trabajo incansable de un sólo hombre al que por eso mismo no podíamos permitir que bajara de su olimpo. No recuerdo haber leído sobre las repercusiones en Colombia de esa bonanza mundial, en cambió las alabanzas al caudillo por sus políticas económicas se contaban por millares.
Al analizar cuadros y estadísticas que no son ni de ONGs de izquierdas o derechas sino de empresas serias de maniáticos contadores de números, nos damos cuenta que el mundo era una fiesta de cuya torta de dinero nos debía tocar alguna tajada.
Como la mayoría de los países Colombia creció casi en todo del 2000 hasta el 2008. El producto interno bruto PIB subió en promedio 3% al año durante ese periodo con una tasa de crecimiento industrial en promedio de 3,8%, exportando más del doble que al comenzar el milenio y casi ponemos al desempleo en un dígito.
Cifras asombrosas y muy aplaudibles si no nos cuentan que por ejemplo muchos de los países que al comenzar el periodo tenían el desempleo en dos dígitos como nosotros lo dejaron en uno o que un aumento de la producción industrial de más del 3% fue casi la media para los países en vías de desarrollo como Chile que inclusive triplicó sus exportaciones logrando un PIB promedio de casi cuatro por ciento.
Pero claro, “el milagro chileno” dirán algunos lectores a los que seguramente se les escapa que el nada milagroso Ecuador, pese a haber tenido 8 presidentes en ese periodo de tiempo, también triplicó sus exportaciones, bajó un 20% la deuda pública y tuvo un crecimiento industrial promedio de 4.3%
Casi al azar puedo coger las cifras de Vietnam al que recordamos destruido a punta de guerras civiles y napalm no hace muchos años y ver que nuestro PIB creció la mitad que éste lejano país que tuvo una tasa de crecimiento industrial del 13%, que bajó veinte puntos el desempleo y que disminuyó la pobreza a la tercera parte. Parece que a este si lo invitaron a la fiesta uno de cuyos anfitriones fue seguramente China cuyas cifras no vale la pena ni comparar.
Ese índice que indica el porcentaje de gente que vive bajo el nivel de pobreza y que aquí, pese a botar funcionarios honestos y cambiar la forma de medirlo, difícilmente baja del 50%, logrando que estemos entre los treinta países con mayor porcentaje en el mundo, Venezuela lo disminuyó del 67 al 37%, Ecuador del 50 al 38%, Perú lo bajó 10 puntos y Chile lo dejó en 18%.
Si bien nuestro crecimiento económico se debe más a que el mundo era una fiesta donde el dinero abundaba que a las virtudes de algún iluminado, está muy claro que, con 4000 kilómetros menos de carreteras que hace una década y con ese inamovible índice de pobreza pese a tener 30% más de PIB que en el 2000, de esa tajada que nos correspondía a todos a la mayoría no le han dejado probar ni las migajas; seguramente por el trabajo hábil de algún iluminado.
Darío Ortiz
2 junio 2009
No hay comentarios:
Publicar un comentario