“En la ciudad de Santafé, a veinte de julio de mil ochocientos diez, y hora de las seis de la tarde…” son las palabras iniciales del acta del cabildo extraordinario que cumple doscientos años y que aunque en aquella acta se reconoce que el pueblo abdica sus derechos ante la figura “augusta” de Fernando VII, nos permite hablar hoy de bicentenario de la independencia.
Bicentenario que se ha comenzado a celebrar el año pasado salvando el hecho que algunos autores nacionales e internacionales consideran que la primera proclamación real de independencia de España y de su monarca fue la proclamada por Cartagena el 11 de noviembre de 1811 y no el cabildo de Santafe, como de Méjico fue el acta de Morelos en 1813 y no las batallas del cura Hidalgo en 1810 gritando vivas a Fernando VII; o como de Ecuador fue la independencia de Guayaquil en 1820 y no el cabildo de Quito de 1809, y así sucesivamente en los diferentes países de América.
Por supuesto en plata blanca la independencia la empezaron a ejercer éstos pueblos de manera real después de las gestas de Bolívar, San Martín, Iturbide y los otros próceres que derrotaron a los ejércitos españoles de reconquista de 1819 a 1826 aproximadamente y que rompieron de manera efectiva todo vinculo de vasallaje con la monarquía española. De todas maneras sea cual fuere la fecha que propongan los historiadores el consenso general es que éste año es nuestro bicentenario y en asuntos de independencia dicen esas actas que el pueblo es soberano.
Y mientras que la mayoría de los países de América se preparan a vestirse de pasado para sacar pecho con la celebración, desempolvando imágenes de la expedición botánica, retratos de próceres, proclamas de Bolívar o cartas de Nariño, el extraordinario embajador español del bicentenario Don Felipe González el conocido ex mandatario del PSOE propone dejar de mirar al pasado y aprovechar la coyuntura nacionalista para mirar al futuro, hablando de integración regional, económica y comercial, y tomando como ejemplo a India, China e inclusive al mismo Brasil que le han sabido sacar enorme provecho a la globalización.
Creo que no estaría mal seguir el consejo de don Felipe porque una mirada rápida al pasado de estos doscientos años solamente nos deja el espectro de unas guerras continuas con apenas unos intermitentes momentos de paz; una sociedad fragmentada y profundamente dividida, un sector dominante al que solamente le faltan títulos nobiliarios para gobernar “por la gracia de Dios”, unos recursos naturales regalados y arrasados desde que Bolívar tuvo que pagar a Inglaterra sus guerras de independencia con minas de oro; un desarrollo intelectual doblegado al pensamiento extranjero aún en contra de nuestras propias necesidades y un afán casi enfermizo de estar dependiendo siempre de otras potencias entre otros imperdonables errores históricos que desdicen el enorme esfuerzo de nuestros próceres y el sacrificio de nuestros mártires.
Solamente nos queda entonces mirar al futuro para tratar de completar nuestra independencia ideológica, económica, social y política y hacer de éste pedazo de tierra un sitio apto para todos.
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