Texto publicado en el libro "la escultura en Colombia" de Art Editions, Bogotá noviembre 2009
Varias veces se ha escrito que Colombia es un país de pintores; de pintores y poetas. Sin embargo al introducirnos en la investigación de nuestro pasado nos encontramos con una Colombia de escultores, ya que muchos de los hechos fundamentales de nuestra historia del arte fueron realizados en obras tridimensionales. Obras que han marcado pautas, han iniciado movimientos, definido estilos y épocas cincelando páginas de lujo de nuestra plástica.
La lista de todos los momentos estelares de la escultura en el arte colombiano excederían por mucho los límites de éste pequeño texto, pero basta seleccionar algunos de ellos para darnos cuenta del valioso aporte que los escultores le han dado al desarrollo de nuestro arte.
Entre éstos hechos sobresalientes nos encontramos con que las piezas prehispánicas más importantes en Colombia son las esculturas en cerámica de la cultura Tumaco-La Tolita, las estatuas de la cultura San Agustín y las esculturas orfebres de los Muiscas y Quimbayas que superan por mucho la pictografía y el desarrollo arquitectónico y textil aborigen.
Las piezas de la cultura Tumaco, que van más allá de las obras rituales y de uso y de las habituales representaciones antropomorfas esquematizadas tan comunes en las culturas precolombinas, son en tal grado un retrato detallado y hábil del pueblo que los hizo que incluso los antropólogos han podido encontrar representados rasgos claros de enanismo, deformaciones craneanas o labio leporino.
Durante casi cinco décadas se han escrito halagos y todo tipo de especulaciones acerca de una de las obras más singulares de todo el Barroco Hispanoamericano “San Joaquín y
Hacia 1933 fallecía en París, en su casa de Rue de
Sin embargo, pese a los logros de Tobón Mejia y a sus indudables virtudes le correspondió a un Bogotano, - que también vivió en París en los años veinte y que más que amigo de Bourdelle fue su hermano, - partir en dos la historia del arte Colombiano en 1929 gracias a la fama lograda por una sola de sus piezas. Rómulo Rozo (hermano masón de Bourdelle y patrocinado por el también masón Eduardo Santos) había llegado a París en 1925 después de pasar un tiempo estudiando en Madrid, es quien, con una extraña y críptica escultura llamada Bachué, da origen a la primera revolución artística que tuvo Colombia en el siglo pasado. Dicha obra inspira a un grupo de jóvenes estudiantes de
Dicha estatua era parte del programa escultórico contratado a Romulo Rozo para decorar la casa del pabellón colombiano en
La mezcla de mujer y serpiente de Rozo mereció en dicha exposición medalla de oro, pero eso no parece que fuera mérito alguno pues su amigos escultores Gustavo Arcila Uribe con un retrato y José Domingo Rodríguez, con otra mujer envuelta en una serpiente, ganaron también medalla de oro. Así como Borrero Álvarez, Domingo Moreno Otero, Miguel Díaz Vargas y algunos más.
Después del éxito de esas obras llenas de simbologías masónicas en comunión con mitos precolombinos Rómulo Rozo se va a Méjico donde terminaría haciendo su obra máxima “El monumento a la patria” una descomunal realización en piedra tallada en la que colaboraría entre otros artistas el joven Rodrigo Arenas Betancourt.
Hena Rodríguez, Josefina Albaracín, Luis Alberto Acuña, otro alumno de Bourdelle y el tolimense Julio Fajardo, varias veces premiado en los salones nacionales, fueron algunos de los escultores influenciados por la estética Bachué.
Por supuesto si los Bachué fueron la primera revolución en la plástica colombiana del siglo XX la segunda revolución veinte años más tarde fue contra ellos. En 1949 los profesores Bachué de la facultad de bellas artes fueron cambiados bajo la dirección de Alejandro Obregón, a fin de enseñar y fomentar un arte más acorde con las vanguardias internacionales; permitiendo el surgimiento de la primera generación de artistas abstractos colombianos: Marco Ospina, quien hace su individual no-figurativa en 1949, y el escultor Eduardo Ramírez Villamizar quien muestra su obra abstracta en
Ramírez Villamizar venía participando en diferentes colectivas con Edgar Negret desde una exposición en
No es poco decir que Eduardo Ramírez Villamizar fue uno de los primeros pintores abstractos de Colombia y nuestro primer escultor abstracto, como tampoco parece fácil aceptar que Edgar Negret fue el primero en hacer esculturas de aluminio doblado, pintado y ensamblado con tornillos a la vista en la historia de la escultura.
Muchos de los hitos de la historia del arte colombiano ocurrieron en el marco del Salón Nacional de Artistas que se realiza casi sin interrupciones desde la década de los cuarenta. En sus consecutivas versiones al lado de premios y artistas anodinos cuyos nombres nada nos dirían hoy en día, hicieron época artistas como Feliza Bursztyn o Bernardo Salcedo quienes construyeron sus esculturas y máquinas de movimiento con objetos encontrados, chatarra y otras novedades para nuestra siempre conservadora imagen del arte. Hubo quienes como el entonces estudiante de arquitectura Germán Botero, ganaron prestigio con su primera presentación en el Salón, al ganarse el primer premio con su primera escultura o, como el premiado varias veces, Julio Fajardo quien por falta de recursos no pudo retirar del Salón una de sus obras ganadora que terminó destruyéndose a la intemperie.
Pero, al cabo de cinco decenios de exposiciones, cuando los más conocidos estudiosos del arte en Colombia hicieron un balance de lo que había ocurrido, muchos de ellos llegaron a la conclusión que la pieza más importante en la historia de los salones ehabía sido una escultura que dicho sea de paso era la primera obra de realización grupal en un salón y, más importante aún, representó la oficialización del arte conceptual en nuestro país: “Alacena con Zapatos” una obra llena de contenido social y político ganadora en 1978 del primer puesto del Salón Nacional de Artistas realizada por el grupo barranquillero “El Sindicato”.
Al lado de los que solamente han sido escultores han estado también aquellos que han llegado a la tridimensionalidad desde el mundo de la pintura como Tobón Mejía que dejó el color al comprender que padecía un daltonismo severo o Ramírez Villamizar que decidió que su búsqueda no era de matices sino de volúmenes y planos. Sin embargo, hay quienes sabiéndose pintores han tratado de ampliar su mundo expresivo con la forma y eso lo vemos desde el pie en yeso que asoma del mural de Epifanio Garay en su San Juan Evangelista de
Aunque la primera noticia pública que tenemos de él fue la medalla de oro que se ganó por un busto del libertador que talló antes de cumplir los 20 años, Francisco Antonio Cano hizo una brillante carrera como pintor y dibujante con la que pudo conseguir una beca para terminar estudiando escultura en
Por otra parte la voluptuosidad, la sensualidad y los valores táctiles que Fernando Botero buscó en su pintura desde los años cincuenta los encuentra y desarrolla plenamente en sus esculturas a finales de los setenta. Y son precisamente sus esculturas las que le permiten hacer las más grandiosas e imponentes exposiciones que haya realizado hasta ahora un artista Colombiano en el extranjero a partir de su exhibición en el Forte Belvedere de Florencia en 1991, seguida de la muy promocionada muestra en los Campos Eliseos de París y del Palacio de los Papas en Avignon, de las cuales saca unas famosas monedas conmemorativas la casa de
Finalmente el más reciente suceso para la historia de la escultura colombiana lo produce una mujer cuyas obras políticas han criticado la violencia y la discriminación llegaron a la sala de turbinas de la prestigiosa Tate Modern londinense, uno de los grandes templos del arte contemporáneo. "Shibboleth”,
Como es fácil apreciar en éste sencillo ejercicio de memoria de tan pocas cuartillas, el camino de la escultura Colombiana ha sido largo y fructífero, lleno de nombres y obras.
Y vemos qué, sin importar la ausencia de museos dedicados exclusivamente a la historia de la escultura o a sus múltiples manifestaciones, y aunque no tengamos parques, bulevares, avenidas, simposios o concursos anuales dedicados a la escultura, ni el patrocinio para la elaboración de grandes monumentos escultóricos, además de la ausencia de muchas otras cosas que engalanan otras ciudades y otros museos del orbe; el arte en Colombia no podría haber llegado hasta aquí sin el aporte permanente y la lúcida visión estética de los grandes escultores.
Esta claro que en éste país de pintores y escritores según dicen algunos, la historia del arte ha sido un recorrido multicolor narrado por poetas, pero sin duda buena parte de esa historia ha sido forjada en le tiempo por los escultores.
Darío Ortiz
No hay comentarios:
Publicar un comentario