Con el referéndum aprobatorio de la reelección indefinida en Venezuela que le abre el camino a Hugo Chávez para morir de viejo en el solio presidencial, se marca el paso de lo que seguramente nuestros hijos conocerán como el periodo de las Dictaduras Democráticas de América latina.
Prometiendo cambios y salvaciones que nunca llegan, reformando constituciones nacionales como si fueran reglamentos de oficina, reuniendo firmas y ganado plebiscitos con ridículos márgenes de votos que nunca vencen al abstencionismo y que no son significativos frente a la población de sus respectivos países; un grupo de tiranos que todavía se hacen llamar presidentes se aferran indefinidamente al poder con el beneplácito de las pequeñas minorías que se engordan a su alrededor.
Al presidente Chávez, el pionero de la Dictadura Democrática, que acaba de allanar el camino para su cuarta reelección le siguen el presidente Correa que aspira a ser reelegido en Ecuador el próximo 26 de abril; el presidente Morales de Bolivia que aspira hacerlo el 5 de diciembre y por supuesto nuestro presidente Uribe que se va a hacer reelegir por tercera vez el año entrante y cuyos émulos ya hablan de un proyecto de reforma para una reelección indefinida.
Sin importar la tendencia política de su gobierno o si se es amigo de Castro o de Bush esa contagiosa fiebre de poder, con todos lo síntomas de megalomanía que la caracterizan, cumple en todos los países con las mismas formulas de procedimiento: una campaña permanente con uso y abuso de los medios de comunicación, un ataque indiscriminado de la prensa opositora, manipulación de las altas cortes, señalamiento de la oposición como causantes de todos los problemas, clientelismo descarado del congreso para que les apruebe sus formulas de reelección, fortalecimiento del aparato militar, concentración de poder en cabeza del presidente y dominio de los organismos de control.
Aun antes de ganar para su tercer mandato ya Uribe al haber sido reelegido ha escogido las figuras principales de los entes de control político, económico y judicial del país cuya efectividad propuesta en la constitución del 91 dependía de la alternancia del presidente. Fiscalia, Procuraduría, Contraloría, Registraduría, Corte constitucional y la junta del Banco de la República ahora son organismos compuestos por sus candidatos en las conocidas ternas de a uno debilitando el sentido de sus funciones. Ni hablar de un presidente como Chávez con diez años en el poder, ni de las constituciones de Ecuador y Bolivia hechas a imagen y semejanza de sus líderes.
Aunque las nuevas formas de Dictadura insisten en su disfraz democrático al ser una y otra vez legitimizadas en las urnas, como en el caso de Venezuela que han tenido quince elecciones en diez años, no sabemos que candidato pudiera, desde el duro asfalto, ganarles una elección a quienes a punta de chequeras gubernamentales, falsos positivos, programas semanales de televisión como alo presidente, interceptaciones telefónicas, censuras de prensa, manipulaciones estadísticas o mesiánicos consejos comunales se hacen imprescindibles para los que todavía conservan el viejo hábito de votar.
Por supuesto si fueran otros los presidentes perpetuos Chávez, el militar, habría intentado diez golpes de estado para impedir que cualquiera se eternizara en el cargo, Morales haría levantamientos indígenas contra la dictadura, y Uribe como senador sería un vehemente defensor de la no reelección con la ayuda de millones de firmas y de los Teodolindos y las Yidis Medinas.
Darío Ortiz
marzo 2009
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