miércoles, 11 de marzo de 2009

El último diario



No fue por sus columnistas, no fue por ellos. No fue por sus periodistas, no fue por ellos. No fue por sus gerentes ni por sus jefes de redacción, no fue por ellos. No fue por sus lectores ni por sus anunciantes, no fue por ellos. Fue por la decisión unánime y unilateral de sus propietarios allende los mares que resolvieron que el jueves pasado saliera la última edición del diario Tolima siete días.

No bastó su audiencia, no bastó el dinero de los que pautaron durante años o el espíritu periodístico de los que trabajaron en él. No importa que siempre lo hubieran hecho con una inversión mínima en planta y equipos. No importa nada. Simplemente dejó de ser un negocio rentable o talvez nunca lo fue. Ahora el sueño de muchos será de pronto un papel doblado que semanalmente nos entreguen entre una página de obituarios.

Porque a los empresarios españoles del periódico, como a los alemanes de la cerveza, como al gobierno nacional: el Tolima les importa un culo. Y perdonen mis lectores la palabra Tolima pero es que sus hijos no han sabido defender la luz que hicieron brillar sus antepasados y han dejado convertir su nombre en un adjetivo desagradable lleno de miseria, parapolítica y desempleo que solamente amerita que le envíen tropas en vez de planes de desarrollo o capital de inversión.

Hoy como ayer, como siempre, el Tolima es tierra de asalto y minería. Tierra de aventureros que buscan oro, guacas, votos, y muchos no encuentran sino tristezas, polvo y guerras; porque el oro siempre se le esconde a los avaros.

En nuestras montañas se libró la última batalla de la conquista española, fuimos los últimos en ser derrotados pero de aquí es el primer lugar que se van los que regresaron a colonizarnos de nuevo con sus Euros.

España nos dio la lengua con la que hoy esbozo estas ideas, nos dio un credo y buena parte de nuestro código genético. Ya no será nuestra patria, tampoco será nuestra madre, pero sigue siendo algo así como nuestro hermano mayor al que todavía tenemos mucho que aprenderle; pero nuestra pobreza no es agua que pueda calmar su sed de fortuna. No hay en América buenos frutos que no toque sembrar, no hay dinero limpio que no toque trabajar. No hay oro brotando en lingotes de nuestras montañas y ya era tiempo que los viejos conquistadores supieran que el dorado era tan sólo una leyenda.

Ya no son las épocas en que Villegas y Cano fundaran la gran prensa nacional con criterios ideológicos para difundir las ideas liberales. Ya el liberalismo no es una ideología, ni un partido, sino un alud que viene montaña abajo después de haber sido impuesto en todo el mundo y en el que ahora prima el sálvense quien pueda.

Si no logran seguir llevando carabelas cargadas de oro se irán del Tolima los bancos, los teléfonos, el equipo de fútbol, las petroleras y hasta los políticos como ayer se fueron los españoles de la prensa. Se irán no solamente de aquí sino de todo el país, sin necesidad de Bolívar o florero de Llorente, sin disparar un tiro, se irán simplemente si sus libros de contabilidad así lo indican.

Sin embargo ninguna satisfacción da que la competencia se rinda. No hay canto de victoria porque se sigan imprimiendo en solitario las páginas delgadas de éste diario. Cada empresa que se cierre en el Tolima es derrota de todos. Es otro puñado más de desempleados en una ciudad que los tiene de sobra. Es otro grupo de amigos abandonados a su suerte. Queremos seguir oyendo sus voces, sus ideas, sus opiniones, porque sabemos que esa decisión no fue por los tolimenses, no fue por ellos.

Darío Ortiz

El Nuevo día, miercoles 11 de marzo, 2009

martes, 10 de marzo de 2009

DICTADURAS DEMOCRATICAS


Con el referéndum aprobatorio de la reelección indefinida en Venezuela que le abre el camino a Hugo Chávez para morir de viejo en el solio presidencial, se marca el paso de lo que seguramente nuestros hijos conocerán como el periodo de las Dictaduras Democráticas de América latina.

Prometiendo cambios y salvaciones que nunca llegan, reformando constituciones nacionales como si fueran reglamentos de oficina, reuniendo firmas y ganado plebiscitos con ridículos márgenes de votos que nunca vencen al abstencionismo y que no son significativos frente a la población de sus respectivos países; un grupo de tiranos que todavía se hacen llamar presidentes se aferran indefinidamente al poder con el beneplácito de las pequeñas minorías que se engordan a su alrededor.

Al presidente Chávez, el pionero de la Dictadura Democrática, que acaba de allanar el camino para su cuarta reelección le siguen el presidente Correa que aspira a ser reelegido en Ecuador el próximo 26 de abril; el presidente Morales de Bolivia que aspira hacerlo el 5 de diciembre y por supuesto nuestro presidente Uribe que se va a hacer reelegir por tercera vez el año entrante y cuyos émulos ya hablan de un proyecto de reforma para una reelección indefinida.

Sin importar la tendencia política de su gobierno o si se es amigo de Castro o de Bush esa contagiosa fiebre de poder, con todos lo síntomas de megalomanía que la caracterizan, cumple en todos los países con las mismas formulas de procedimiento: una campaña permanente con uso y abuso de los medios de comunicación, un ataque indiscriminado de la prensa opositora, manipulación de las altas cortes, señalamiento de la oposición como causantes de todos los problemas, clientelismo descarado del congreso para que les apruebe sus formulas de reelección, fortalecimiento del aparato militar, concentración de poder en cabeza del presidente y dominio de los organismos de control.

Aun antes de ganar para su tercer mandato ya Uribe al haber sido reelegido ha escogido las figuras principales de los entes de control político, económico y judicial del país cuya efectividad propuesta en la constitución del 91 dependía de la alternancia del presidente. Fiscalia, Procuraduría, Contraloría, Registraduría, Corte constitucional y la junta del Banco de la República ahora son organismos compuestos por sus candidatos en las conocidas ternas de a uno debilitando el sentido de sus funciones. Ni hablar de un presidente como Chávez con diez años en el poder, ni de las constituciones de Ecuador y Bolivia hechas a imagen y semejanza de sus líderes.

Aunque las nuevas formas de Dictadura insisten en su disfraz democrático al ser una y otra vez legitimizadas en las urnas, como en el caso de Venezuela que han tenido quince elecciones en diez años, no sabemos que candidato pudiera, desde el duro asfalto, ganarles una elección a quienes a punta de chequeras gubernamentales, falsos positivos, programas semanales de televisión como alo presidente, interceptaciones telefónicas, censuras de prensa, manipulaciones estadísticas o mesiánicos consejos comunales se hacen imprescindibles para los que todavía conservan el viejo hábito de votar.

Por supuesto si fueran otros los presidentes perpetuos Chávez, el militar, habría intentado diez golpes de estado para impedir que cualquiera se eternizara en el cargo, Morales haría levantamientos indígenas contra la dictadura, y Uribe como senador sería un vehemente defensor de la no reelección con la ayuda de millones de firmas y de los Teodolindos y las Yidis Medinas.

Darío Ortiz
marzo 2009